jueves, 27 de noviembre de 2008

Franela Amarilla


“¿Cómo hago para entender?”

-cuando mi marido murió yo quedé a cargo de las deudas, y mirá que eran muchas. Yo no pensé que era tanto, porque mi marido me decía que tenía todo anotado, encima el abogado no me dijo como le tenía que hacer a las cosas. Pero bueno, decí que tengo fuerzas para trabajar que ¡si no!. Ahora yo pienso que si no tuviese la pensión de mi marido no se que haría, y no es por mis hijos, ellos me ayudarían, pero yo no le saco el pan de la boca a nadie y menos a mis hijos, mientras tenga fuerza ya lo dije siempre ¡trabajo!, como me decía una amiga que se había venido de Bolivia, -hay Estelita, ¡vos tenes una energía, pareces una pendeja! Vas por acá, te colgás de allá para limpiar no se como hacés; y yo, dije que mientras tenga fuerza y con la pensión de mi marido iré juntando la plata para pagar las deudas y así poder tener mi jubilación.-

“¿Como entender?”

-Y mira que por más que hago el esfuerzo, no puedo entender como se me vino a ir justito ahora, justito que tenemos tantos problemas, yo mirá que no es por las cosas materialistas, porque lo extraño, y eso no se paga con nada, pero justo ahora se lo vino a llevar diosito.-

“¿Cómo hago para entender?

-Entender-, me dijo, y sus manos que fregaban un plato como si quisiera lavarle hasta las entrañas se apoyaron en el borde de la mesada. –Entender- me dije, y la espuma descendía desde las manos hasta la puerta del tacho de la basura del mueble como una lava blanca, que resbalaba hasta formar pequeños grupos de burbujas en el piso”.

-justo ahora, en fin así es la vida ¿no?, hay que seguir, por eso te digo que no pierdas tiempo, porque todo se vuela, como esta espuma,- y posó su sandalia de goma sobre el cúmulo de espuma amontonado en el suelo, como una pequeña pirámide de burbujas - así de rapidito.- sentenció.

“¿Como entender?”

-a veces le hablo y le digo, che negro, ¿justo ahora?, ¿que te pasó?, ¿te aburriste de tu negrita?, pero bueno, viste como es esto, al final como no tengo respuesta le termino rezando y pidiendo salud para mi y mis hijos, pero mas para mis hijos que para mi, porque yo la verdad es que ya me siento una molestia.
Bueno, ya hablé demasiado, mejor limpio el baño porque si sigo hablando se me va la mañana-.

Intenté alcanzar una palabra pero me quedé con el mate entre las manos. Estela saco del cajón de los trapos una franela amarilla y se fue dejando las marcas húmedas de las sandalias de goma luego de pisar la espuma que aun persistía en el piso de cerámico azul.

“¿como voy a entender?”

Dejé el mate en al mesada y camine por la casa buscando la mochila y algún libro para el viaje hasta el trabajo, un libro que de seguro ni miraría, trabado en tratar de entender, mientras miraba el paisaje cotidiano desde la ventana del colectivo.
Al pasar por el pasillo, mire por la puerta entreabierta del baño y ahí estaba, parada frente al espejo. Su ancha y pesada mano apoyaba sobre el cristal el paño amarillo pero ningún movimiento ocurría, solo estaba ahí, contemplándose el rostro haciendo dialogar su mirada con la del reflejo.

¿Entender. Cómo es posible?.

Tal vez solo ahí. Ante uno mismo, en un baño, reflejado como si fuese una extraña película conocida de memoria y desconocida a la vez se produce el único instante de verdad. Tal vez justo ahí, cuando en silencio la imagen dialoga con la historia que somos y a su vez con las imágenes que fuimos, tal vez ahí está la respuesta. Tal vez solo ahí comenzamos a entender.