http://www.flickr.com/photos/eternauta32/7238816420/in/set-72157629824178140/
“…es ese azar que en ella me despunta”. “Surge
de la escena como una flecha que viene a clavarse”. El punctum “puede llenar
toda la foto” (....) aunque “muy a menudo sólo es una detalle” que deviene algo
proustiano: es algo íntimo y a menudo innombrable”
Roland
Barthes “La Cámara Lúcida”
Punctums
De
los primeros años de la dictadura persisten imágenes en mi memoria. En ese
tiempo mis padres, ávidos consumidores de publicaciones gráficas, conseguían
amontonar en los armarios decenas de ejemplares de revistas de historieta como
la Skorpio, Tit Bits, junto a semanarios de humor gráfico y políticos como
Humor, Superhumor, Crisis; y claro, indudablemente con la curiosidad del niño
que fisgonea las cosas de “los grandes”, accedí visualmente a esas
publicaciones y con ellas fui forjando una amalgama de sentidos extraños, imprecisos,
en los que se urdían la aventura gráfica, la violencia y el humor con una
sensación densa, un tufillo represivo que alimentaba una voz baja, como a
un nivel inter-consciente que me narraba lo que estaba ocurriendo. A temprana
edad supe que había en la calle ciertas cosas que debían mirarse como de reojo,
como no queriendo mirar pero al mismo tiempo este “no ver” debía estar
acompañado de una suerte de estado de alerta. Estos objetos de la vida real, de
ese tiempo, fueron agolpándose en mi cabeza hasta formar una, seguramente
eficaz, imagen de la dictadura de la que mis padres probablemente querían
protegerme. Aún hoy, estas imágenes me persiguen y forman, cuando camino por
las calles, unas descontextualizadas ideas-ideológicas en un presente que nada
tiene -o tal vez si- que ver con el del niño que fui. Recuerdo que en esa época
estaba obsesionado con, por ejemplo, saludar a los policías “para que no nos
maten” como decía mi madre que yo argumentaba, o pensar en gente prisionera y
fusilada al pasar por la puerta de la ESMA. Recuerdo dos punctums al que mi
mirada se dirigía y aun hoy son donde mi mirada se detiene como poseída por una
irrefrenable fuerza de atracción. Estos punctums que de alguna manera tienden
un puente entre pasado y presente tiñen de recuerdos mi memoria como la
magdalena de Proust. El primero, son las garitas de vigilancia de cualquier
sitio militar o policial, y que me transportan a aquellas de la ESMA, similares
a tanques de agua con unas pequeñas ranuras rectangulares en sus costado de las
que siempre sobresalían los caños del fusil FAL. El otro, los temidos autos
Falcons verdes.
Sabía,
incluso siendo un niño, que en esos vehículos había gente peligrosa de oscuros
lentes negros, como en la canción de Pipo Cippolati, que tenían la oprobiosa
misión de llevarse gente por pensar distinto, por no pensar como ellos. Era
suficiente con haber visto los dibujos de los chistes de la revista Humor para
saberlo, era suficiente con ser un niño al que sus padres no le cierran los
ojos o los oídos a ciertos comentarios a cierta música para comprender
quienes eran y que estaban haciendo. Eso era motivo suficiente para que el niño
de entonces y el adulto de hoy no puedan evitar desviar una magnetizada mirada a los Falcons verde, ayer
briosos corceles de hierro en manos de los represores, hoy desvencijadas carrocerías
llenas de óxido. Y da lo mismo si los ocupantes de esos coches, estaban vestidos
de sport, o traje, o si eran mujeres o ancianos o parejas despreocupadas o
si eran como estoy seguro de haberlo visto una solo una vez en la curva de una
colectora de acceso a la avenida General Paz, cuatro hombres que sacaban armas
por las ventanillas, lo importante era que nunca supiesen que yo no pensaba
como ellos y así mantenerlos alejados.