miércoles, 7 de noviembre de 2012

Memoria





Que puentes extraños tiende la memoria con la identidad; con los cientos o miles de fragmentos de un pasado que edifica quien soy hoy. Cuantas imágenes, texturas, olores, cuantos colores. Y todo eso amalgamado por el engrudo pegajoso de un sinnúmero de sensaciones, casi como si de sueños se tratara.
Este álbum de fotos es prueba de mi memoria, y por lo tanto una prueba absolutamente personal y subjetiva por cuanto solo cumple la función de solazarme en mis propios recuerdos. Por ello quizás ninguna de ellas represente nada para nadie. Quizás no sean más que imágenes-vestigio de una casona muy descuidada, un paisaje con el encanto de la decadencia que solo el arte fotográfico puede convertir en “decadentemente bello”, encantador y a la vez melancólico. Estas imágenes son fragmentos de mi niñez, son una patio de juegos, amigos, momentos hermosos, aventuras en donde todo era un descubrimiento, desde estas fotos puedo revivir lo olores de la merienda, el almuerzo de pan de carne, y los postres de gelatina, puedo revivir los talleres de música, de teatro, de granja y las palomas mensajeras que nunca regresaron, puedo explorarme y ver al niño que jugaba (casi autísticamente) con la brea del piso, o tratando de leer el lomo de los bichos bolita. Puedo sentir el eco de las canciones que cantábamos transportados por las notas del acordeón de Harry, que una vez terminados le allanaban el camino a sus muchos relatos. Pero también es un testamento a mi propia historia familiar, ya que el arenero que allí aparece asediado de maleza (que es la forma que tiene la vida de abrirse paso por nuestras pequeñas y mundanas obras), y el gallinero del que solo queda una pequeña torre, fueron construidos por mis padres y es de suponer que representaban el valor más alto y el motivo para enorgullecerme de ellos cada vez que entre sus límites jugaba a los vaqueros con José Luis, con Diego, con Jorge y no sé cuántos chicos más.
Exactamente hoy, a poco más de un mes de que mi viejo decidiera marcharse a otra existencia puedo reencontrarlo gracias a estas imágenes… parece absurdo, uno se pregunta ¿Cómo puede una bandeja en una cocina, o unos radiadores en una pared, o una escalera, o un jabón en un baño traerme a mi viejo y activar recuerdos como si fuesen las miles de estrellas de un fuego artificial recién detonado?, y es allí, exactamente en ese instante que comprendo el poder del olor de la magdalena de Proust, en esa encrucijada en al que se hace imperativo recobrar el tiempo perdido y transitar, de seguro arbitrariamente, los increíbles puentes que nos tiende la memoria.http://www.flickr.com/photos/eternauta32/sets/72157631890426819/