El paseante, por un momento, tal vez en un café con amplios
ventanales se detiene a mirar. Es el doble juego del habitante urbano,
el
ser-acción, objeto de la mirada y el ser-contemplación, espectador
de la acción
de la urbe. Lo que queda claro es que la tecnología o las
prótesis de registro
(celulares, cámaras digitales), nos impulsan a que
ninguna de estas dos
posibilidades queden sin registro, incorporando
una tercera mirada, furtiva y
fantasmal.