miércoles, 4 de febrero de 2009

Cositas Brillantes



Breve Introducción

Supe por un documental sobre la guerra-genocida de la triple alianza entre paraguay Brasil y Argentina (1864-1870), de una historia magnifica.
Esta trata sobre una pareja de ancianos paraguayos, ambos pisan lo 80 y tantos y viven en un pequeño pueblo cerca de Curupayti, lugar que fue testigo en 1866 de una de las peores masacres conocidas de la historia de América. Ya que cuándo la intención de un conflicto bélico es imposibilitar a un pueblo ostentar el patrimonio de ser una potencia económica e industrial, como lo era Paraguay durante toda la primera mitad del siglo XIX, arrasando sus tierras junto con casi toda su población masculina, no se habla de guerra, sino de genocidio.
Como decía, gracias a este documental conocí la historia de dos ancianos que evidentemente son de los pocos que recuerdan las historias de la guerra tal y como la vivieron sus padres, es decir, que son el ùltimo puente vivo con esa terrible historia ya que no la leyeron en los libros de historia, no la vieron en un documental sino que recibieron los testimonios de primera mano, de la propia voz de quienes pudieron sobrevivir a la masacre.



COSITAS BRILLANTES


-“¡historias del taita!”, me decía. “Ya vas a ver, algún día voy a rescatar toditas las cositas brillantes”.
Le creí y me casé. Orita espero. Ahorita solo espero

Natividad estiró su arrugado cuello como un acordeón de cuero curtido; buscaba en la atención de su marido algún gesto de aprobación a sus palabras; pero no, ni la mirada ni la voz de Itaete aparecieron; solo el pertinaz sonido de la pala y la mitad de su lomo que asomaba del pozo. Entonces, bruscamente regresó los ojos al tejido que reposaba en su falda y reanudó su tarea emitiendo largos y cansados resoplidos.
Al chocar entre si, las agujas de madera de Guatambù produjeron un sonido como de mensaje en Morse, tal vez, Natividad no solo trenzaba el hilo verde sentada en su vieja silla de mimbre, sino también, con el sonido de las agujas como si fuese el de una extraña máquina de escribir, Natividad tejía el lienzo de su propia historia,
Alzó los ojos, opacados por las cataratas, como si estuviesen empañados por la humedad del vaho de una boca que suspira contra un vidrio. Y siguió el trazo de los rayos de sol que se arrojaban sobre el lugar, sobre los árboles perlados de colibríes esmeraldas que ya no alcanzaba a distinguir, sobre la tierra negra vestida con las primeras hojas del otoño, sobre el techo de zinc apolillado de la pequeña casa. Era una mirada de esas por las que los espectros de los pocos sueños que aun le persisten se escapan, cansados ente la imperturbabilidad del tiempo.

“Tic tic tic”

-El ya no recuerda como fue exactamente, era muy chiquito, solo le viene a la memoria cuando su taita lo sentó y le contó que siendo aun jovencito, en los años de la guerra, sus padres habían enterrado las cositas brillantes de la familia en algún lugar en estas tierras, porque si los del ejercito las encontraban seguro se las robaban. Usted sabe, aquí había mucho oro en aquel entonces, muchas piedras bonitas; ahorita vaya usted a saber donde están. Pero estar… ¡están!, ¡eso es seguro!, en algún lado enterradas alrededor de esta casa.
Por eso mientras el busca las cositas brillante, yo me siento y tejo, mire ¿ve?.-

El foco de la cámara grabó sus manos marrones, curtidas por el trabajo, surcadas por una red de oscuras venas negras. Y como una actriz coqueta, Natividad detuvo el entrechocar de las agujas para exhibir el tejido de hilo verde que a mi sorpresa y con un poco de imaginación adiviné era la forma de la funda para un almohadón, en cuyo centro aparecía la figura de una flor de Camalote que poseía detalles miméticos demasiado realistas con la planta original, detalles que hubiese creído imposibles de realizar para alguien con el avanzado estado de deterioro de sus ojos.
Luego, las agujas volvieron a su batalla.

“Tic tic, tac tac”

–llevamos mas de 60 años buscando, él hace los pozos y yo espero, ¡si señor!, y ya ha hecho tantos que pienso que ha vivido toditos estos años siempre a dos metros debajo mío, pero todavía no ha encontrado nada, ni siquiera una chapita de la sevenà, solo piedras, y raíces de cedro y Guatambò.-
Nuevamente, sus ojitos lagrimosos giraron en busca de Itaete, pero no encontró ni ese trocito de espalda que antes asomaba. Había desaparecido tragado por su propia búsqueda, y solo brotaban los granos de tierra negra que volaban como bandadas de moscas negras. Natividad suspiró un poco y volvió a chasquear la lengua, antes de que las agujas reanudaran su monólogo.

“tic tic tac, tic tic tac”

-Nunca hemos descansado, no señor, nunca, y jamás nos vamos a mover de acá. Nuestra hija se fue hace ya dos años, se voló del nidito agujereado, ¡mi linda Anahì!. Nunca le gustó la vida de por acá, decía que no íbamos a encontrar nada, que todo esto es una ilusión, una locura; que ya nada queda en este lugar mas que tristezas, muchas tristezas y mosquitos…así que se fue a Asunción a estudiar para veterinaria, pero como no le hemos podido mandar dinero, tuvo que abandonar, ahorita trabaja en una fabrica de curtiembre de cuero, y también de empleada doméstica, porque sino no le alcanza para vivir., Según me dijo el año que viene tiene pensado irse a la Argentina, dice que una amiga de ella que vive en Buenos Aires le dijo que allá se gana bien, entonces me dijo que con un poco de esfuerzo va a estudiar veterinaria allá y que no me preocupe que le va a ir bien-.

Buscó a Itaete, pero esta vez para evitar su atención, para confirmar que no escuchaba. Entonces pude adivinarle un nuevo y repentino brillo en los ojos, similar a esa mirada de picardía que tienen los gatos cuando están a punto de abalanzarse sobre una pelota de lana; y estirando hacia delante su albina y arrugada cabecita adherida a ese cuello de tortuga, susurró: -También me contó que está de novia, que por fin luego de tantos años siente que encontró un muchacho bueno que la quiere mucho, ya están haciendo planes para casarse cuando se establezcan en Argentina.
-¿Qué le parece?, al final creo que va a ser muy bueno para ella, tal vez tenía razón y acá ya no hay nada, tal vez es verdad y todo esta muerto, enterrado como las cositas brillantes o a punto de estarlo, como nosotros; bueno, en eso Itaete me lleva la delantera, porque él siempre esta bajo la tierra.- y su rostro se arrugó hasta desaparecer tras una enorme sonrisa desdentada.

“Tic tic tac tac”

-¿Usted quería una historia de la guerra no?, para meterla en su maquina de televisión ¡Pobrecito!, al final se encontró con dos viejos que buscaron toda sus vidas las cositas brillantes que quedaron atrapadas de esa época, como si Tupa no nos las quisiera devolver, yo pienso que es como un castigo ¿ve?, como si nos dijera, esto es mío, ustedes no lo supieron cuidar, tuvieron su tiempo, tuvieron mis cositas brillantes , y luego no supieron cuidarlas, descuidaron mi tierra, a mis hijos, ustedes no merecen mis riquezas y así fue como todo quedó enterradito, escondidito para que nunca mas lo encontremos. Así las cosas después de a guerra.

Natividad, tejía, y las agujas replicaban como un nuevo reloj, uno que marca las vidas con un tic tac mas imperfecto, menos mecánico, o mejor dicho de una mecánica distinta. De sus labios todo el tiempo que estuvimos filmando no salió ni una sola palabra, ni un solo sonido excepto un intrascendente chasquido, seco, que contrastaba con los sonidos de la selva pero se acoplaba perfectamente al del reloj-maquina de escribir de sus agujas de Guatambù.

“Tic tic tic tac tac tac”

¿Lo guardó todo en su maquina de televisión?, ¡que lastima que yo no tenga una televisión;, tuve una un tiempo pero luego se estropeó y ahora además no me queda mucho por ver y si por escuchar. Así que prefiero el canto de los pájaros, del agüita del río, del viento cuando se hace de noche y también, y es lo que mas me gusta escuchar, la pala de Iitaete; porque es un sonidito de esperanza, como en los sueños que siempre me vienen cuando duermo, un sueño en el que va a saltar del pozo en un grito, -¡Mi Natividad, mi Natividad!, aquí están sus cositas brillantes, mi amorcito mi vidita, aquí están-, y me entrega un beso como de esos que me daba de jovencitos, y me mostraría todo, todito ,las cositas que brillan como pequeñitos soles en sus manos, brillan como solo en mis sueños pueden brillar.