martes, 5 de mayo de 2009

Retiro






montón de cuerpos


y estaciones.



capítulos...



capitulo uno: el encierro

capitulo dos: las miradas

capitulo tres: la busqueda

capitulo cuatro: el sueño

capitulo cinco: el encuentro

capitulo seis: la perdida

capitulo siete: el recuerdo

epilogo:


el olvido.

domingo, 3 de mayo de 2009

poesia

Rojo

Sacar a gritos
los gritos,
golpear el cuerpo
contra el reflejo
de otro cuerpo

nacer identidades
al fuego intenso
del rojo carne.




Dormida


Contra el muro del mundo.

Dormida.
Tu sombra
de súcubo nocturno
da dentelladas
a mis ojos...

es caricia y penumbra,

es distancia.

Dormida.

Es pureza que desgarra,
es el llanto de un lecho
en el que se ha tendido tu cuerpo,
y en el que solo queda
la hojarasca de tus sueños.





Artaud y el cine


La imagen

la luz

24 mundos por segundo

la esencia... un flujo inacabado

de estertores y llantos,

de amores amplificados,

de sonido

y muerte.


I


Me esperan las tardes del mundo
Me esperan las voces de tus manos,

Me espera esa agonía solar
Cuando brazos y besos
Fabrican vientos de colores.
Me esperan las tormentas de tus vocablos
Sembrando en mi vientre
El tibio reflujo
De tu cuerpo de amante.







Papillón

Escuchemos los sonidos
de esta lágrima,
hasta sacarla de nuestras manos ateridas
por tanto viaje infinito.

que suene como el cristal,
como suenan los encuentros
y las despedidas.

esa es la música de nuestras vidas,
no son los dioses con sus estériles designios.
sino nosotros,
quienes manamos entre flujos y reflujos
como borbotones de pasos
y
maremotos de sueños.


Descanso


Si se recuestan tus parpados
si la manos se te expanden
y los pies abrazan la hierba

si el viento te hincha el vientre
y se aplacan las palabras

si el silencio
(cuna de todo beso)
te hamaca sueños en las manos.

Entonces


solo entonces

has realmente descansado.




Soliloquio

Ego y deseo

El que escribe y el que busca son imagen y reflejo:
uno se gesta en el otro.

el "espejo-deseo".

Yo y mi imagen se unen en el deseo,


el deseo...ese destructor!

-da miedo no?-

-si asusta-.

-lo se-

Tal vez exponerse sea una batalla ganada,
porque ambas partes se aplacan,

un yo expuesto
y un yo poeta huérfano de su poesía.

Por eso el artista debe deshacerse de su obra,
de esa forma aplaca esta lucha infernal en la que se ha convertido

se convierte en cuarto creciente
a veces,
otras en cuarto menguante.

mientras...cada una:
el yo expuesto
y el yo poeta huérfano
retornan a sus rincones

a sus moradas naturales.





Biblios

Encontré la biblioteca.
Allí, volúmenes
y mas volúmenes
forraban las paredes negras de polvo.

Abajo,

entre los escombros de miradas irredentas
y de babas desaforadas,

muy abajo,

sobre el frío mármol regado
de quejumbrosas voces,

se encuentra mi sombra
atrapada entre los pliegues
de la misera costumbre
que tienen las formas humanas.


Necropsia

Tengo mucho sueño
las ojeras pesan como escombros
como cadáveres de sueños
colgando de los ojos.


Otoño

Otoño,
en cuyo vientre
la búsqueda de tibieza
conlleva el regreso,
a la patria de los ocres,
a las imágenes desarmadas tras los vidrios acuosos
a las noches prematuras.

otoño

postergado viaje
al centro de la caracola,
al origen que nos nombra.


Postal


Recónditas figuras
habitadas de palabra.


Nacen del silencio


de ningún otro sitio,

abrevan en la fuente
de los recuerdos.

En las mazmorras
abismales del tiempo.

Postales,

sueños rotos,

arrugadas,
discontinuas,
de colores descompuestos

y ceremonias olvidadas.


Isla

La voz de mi padre me llega
como perdida en un mar tormentoso,
como el lamento de un ahogado
que sucumbe envuelto por olas
de bostezos y sentencias.

En tanto,

mis manos,

arrojan puñados de arena sobre las aguas.
tal vez algún día
sobre esa arena pueda descansar de tanto ahogo


y dejar de morir.


Utopía

Sos la materia de los sueños,
mis palabras te merodean
como lisonjas a destiempo,
como cadencias sonoras que embeben tus ojos
de invisibles besos.


Renuncia

Debería ser
un deber natural
que nos vuelva el cuerpo de simio,
las agallas de la mangosta,
el sonido de una ballena
la robustez de una hormiga
los sentidos perdidos.
y así abandonar
la cultura,
las palabras,
y los trajes oscuros
que dormitan en el subte.


volver a los sonidos
que titilan en la noche,

o a la certera renuncia
que nos inspira la mañana.


Don Sixto Palavecino (1915-2009)

Tejedor de coplas
con tu violín
de nota emplumada.

juglar de profunda música.
del canto de la tierra,
de las semillas cuando rompen,
del viento y la sangre,
o del niño cuando duerme
al arrullo de una nana.

Tus canciones campesinas,
me dejaste en la infancia
sonidos de esta tierra
que me corren por las venas
y se me alojan en el alma.




Barroco


Trazas con oleos
caminos de mapa desconocido,
tierras en las que se suicidan mis miradas.

esta búsqueda,
de expedicionario
sigue tus rastros conjurados
de canciones,
o besos.
y en procura tu cuerpo,
(tesoro ausente)
cavilo palabras
que jamás he dicho.

al fin
recostado en tus sueños,
esa ocre hojarasca de otoño
en la que yace mi sombra
me anuncio exiguo,
perdido entre tus dedos,
como el murmullo amarillo
de sol,

o la tierna sentencia del tiempo.


Torre de Babel


Torres de marfil, de jabón, de incienso, de corcho, de látex, de cemento o de hormigón, de madera balsa, de madera dura, de tela, de alas de mariposa, de arrullos maternos o paternos, torres de colores, torres de papel, de celofán verde, rojo o amarillo, torres de neon con ascensores supersónicos, torres de hielo, de nieve, de fuego, de aire. torres tan altas como la mirada...y aun así... dios sigue allí, sentado en su trono, sin sentir la cosquilla de nuestros dedos bajo la planta de sus pies.



Conjuntivitis divina I

Tomó dios una navaja,
y abriendo grande su único
y celeste ojo fisgón.
lo abrió, de un tajo;
como una tibia vagina,
como una granada madura.


Conjuntivitis Divina II

Y dios brincó de terror
No quiso ver más,
Se negó a la sombra
y los colores,
Se negó a fisgonear.


Noche


Noche.

Una noche mas, densa, exánime…
noche, inmóvil noche.

En la noche todo se encuentra consigo mismo, en la noche suceden cosas, mínimas, silenciosas, suceden historias baratas, filmadas por ojos noctámbulos. Suceden miles de pequeñas escenas de soledad sin las condiciones naturales de socialización, sin las estériles intervenciones fluctuantes de los buenos consejos. Es la hora de la verdadera muerte, esa que existe en su posibilidad. porque es la noche, la que me hace escupir mis recuerdos como un purgante tomado en exceso, cada una de las horas de la noche, es un poco mas de noche-purgadora tragada, es un recuerdo nuevo que vomito, y salpica las sábanas y su cuerpo dormido a mi lado fatigado de tanta soledad. De tanta soledad.



Gala & Dalí S.A

Me abrí la camisa y te mostré el pecho, como un ojo emblemático.
Sentiste las nauseas del sexo apretándote el cuello y cuando te diste cuenta del poder de mi cuerpo, cuando te cansaste de tu pasión masturbatoria, me pintaste. Tomaste tu falo-pincel y le diste color y luz a este seno marchito, pudiste escenificar, el poco mundo que aún nos sobrevive en los labios.


Frontera

Amanecí en un nuevo lugar, exactamente en el límite con la muerte.

Donde me encontraba parado, hasta el otro lado, había solo unos pocos pasos de distancia. Tras la línea de la muerte no había más que la continuación del desierto que mis pies pisaban. Me pregunte entonces ¿cual era el misterio?, ¿que nueva situación sería esa?, ¿por que ocupar los minutos y las horas de mi tierra en prepararme para vivir del otro lado, ¿para que transcurrir con la intensidad de una tormenta, con la sal y las lagrimas macerando durante años en mi boca?.
Decidido a resolver este misterio y verificar que el fin de mis miles pasos no son mas que el paso numero uno, que el espejo que refleja es espejo y es imagen a la vez, tomé una piedra entre mis dedos y la arrojé con todas mis fuerzas hacia el otro lado de la frontera. Pero el guijarro, luego de varios tropezones quedó ahí mismo, mudo, y estático. Entonces al ver que nada comprobaba, tome un pájaro que se había posado en mi pecho y lo arrojé también al otro lado de la frontera. El ave, luego de unos pocos revoloteos fue a posarse justo al lado de la piedra que antes había arrojado. Como nada de esto me consolaba, tomé un impulso de mil infiernos, retrocedí mil pasos y luego tomando carrera volví sobre estos hasta que justo en el borde, exactamente en la línea fronteriza pegue un salto enorme y caí junto a la piedra y el pájaro, levantando una gran polvareda.
pasaron unos instantes o una eternidad, y cuando el polvo hubo descendido, cuando la excitación por el salto se hubo aplacado, comprendí que nada sucedía. Y allí quedé, estático, esperando junto al pájaro y a la piedra, volver a la vida.



Verano

Esa tarde,
El siseo pedante del calor
Sudaba el jugo de mis sueños,
Aprisionados en mis labios
Como gajos de palabras.

Rebotaban en un lugar abandonado,
En “Una sombra de libros”…

Tanto sueños como miradas.

Y en la penumbra
De aquel lugar,
Tu cuerpo agazapado,
En cuclillas,
Parecía un cántaro con agua fresca
y livianas melodías,
Una fuente de sabios manantiales
A la espera de saciar
La sed de mis silencios.


Enojo

Olvídense
de tomar un sueño entre los dedos
de que la materia
que empuja la carne
desde adentro
hinchando los pies
y los brazos
encuentre un cauce,
una grieta amigable
y salir borbotones
como el agua de un grifo
como
la risa de un niño


Yo


Llorando un dolor ajeno
aprendió a caminar
esta sombra nacida
en el mundo

luego nacieron las palabras
los rincones
los talismanes
los puentes habitables
y las tibias lagrimas.



MARIPOSAS

Un haz
de pensamientos plegados
temblor larvario
que danza
frotando sus patas
en las paredes del capullo.

Calcinando un invierno
al que le sobran
primaveras.


Nacimiento
A Isabela Durand

Desde una secreta frontera
vedada a la razón,
desde un lugar
que te guardaba
desde el comienzo de los tiempos
llegaste,

para nacernos.



Viaje

se atasca
la luz
en las rugosidades
que nacen
del suelo.

Su densa y plástica
estela cromática
arrulla al mundo
en un etéreo
murmullo de movimiento.



Deseo

Devorar es volver al principio, es decir a la soledad del deseo



en el deseo hay uno que devora,
y hay un otro que dándose cuenta del juego
también desea, y devora (o no)
es un juego de dos carnívoros que explotan
con deseos abrasadores, el cuerpo del otro
dos almas que, como dos espejos de imágenes torcidas
buscan (llevados por el deseo… en un acto narcisista) devorarse.
y este juego comienza incluso antes del primer beso
antes de la primera cópula.

Porque cuando esas cosas comienzan
también comienza una inercia,

y en la inercia, el deseo retorna
a su pozo solitario.


Hastío

La eterna promesa
La víspera.

Correr tras quimeras
Con la esperanza cansina.
Agobiada de trasuntar
metáforas
en papeles ajados,

fermentando lagrimas.


Marejada

Ad-hiero a solaces
tonos y palabras.
Me hacen llegar
casi a la metáfora
pulida
y perdida.
me hacen llegar
esta marejada indómita
de sal y espuma
que arrastra
sueños y piel
en cada lamida.



Beatrice

Con el cuerpo entre las manos, fui a casa de Beatrice.
caminé despacio, por la calle CM rumiando los mismos temas de conversación, y gestos ensayados. Al principio la sorpresa aniñada, luego las reflexiones y por último la confesión. !Ah!, me repetía en ese soliloquio callejero -caerá rendida, y yo, con el cuerpo entre las manos se lo brindaré en holocausto, ungido de dulces aromas para el sacrificio.
La calle repetía en un eco silencioso "tenés que cojerte a la vida" y todo se había convertido en un gran guiño de ojo, y un pulgar en alza. mi cabeza proyectada por las lámparas de sodio color naranja sobre la vereda, desplegaba los pelos al viento de junio como si fuese medusa convirtiendo en piedra todo lo que observa mientras repetía como en un siseo de serpiente "tenes que cojerte a la vida".
Caminaba a la casa de Beatrice listo a conquistarla y nada más, listo a bucear con la ayuda de todo mi sexo en el agitado mar de los "no se que me pasa" los "me siento extraña esto es muy pronto" de los "¿esto es solo sexo?" y los "no busco pareja pero si conocer a alguien".
Ante la puerta de hierro con un entretejido de alambres de su departamento se me terminó la calle, el número once indicaba un paso hacia su mesa, hacia sus labios y finalmente hacia su cuerpo al que entregaría mi cuerpo aún encerrado entre mis manos.
pero cuando las cortinas se hubieron cerrado, cuando la luz nos dejó en penumbras y las frazadas se fueron empapando con nuestro calor, cuando la canción de la danza fue abriendo brazos y cerrando ojos, mi cuerpo, que nunca fue muy obediente, que no le gusta las prisiones ni los cerrojos se me escurrió de las manos, como se escapa una mariposa, en un soleado día de primavera.

impalpable

Amerizan,
tambalean por ripios de piel
los dedos que pasan
del contorno
al retorno,
del inicio
a la caída
a la muerte
impalpable e
inapelable
de tu aliento.


Hoy: yo-yo-yo-yo (universoyoístico)

Escribir en mi
me hace uno
me des-acierta
des-enfoca
mi...
mi...
yo...
exiliado de esta fiesta
con las guirnaldas en el cuello
y el globo
que danza en la mano.
echado...
humillado.

Bailando el ritmo
de las sombras
o los pozos
atorado entre pisos
con las ruedas bajas
yo
afuera
inservible
envejeciendo
cansado.




Mil y una noches

El amor lo encerró
En una pequeña botella
que arrojó sin miramientos
a los profundos abismos del mar

Juró entonces, entregar su vida
Y todos los placeres de la tierra
A quien lo liberase del embrujo
Pero mil años pasaron
Y nadie lo liberó.

Juró entonces ser uno
Con quien lo libere del encierro
Y nada más
Pero otros mil años pasaron
Y nadie acudió.

Hasta que al fin,
Tras siglos y siglos,
Una joven hermosa
Arrojó sus redes
Y lo arrastró a sus orillas,
Pero al destapar la botella
Solo dio con un cuerpo
Ávido de destrucción,
Ensañado a muerte con quien tardó
Demasiados años,
Demasiados siglos
Para rescatarlo
De los abismos del mar.



Matar
A
dios

Si tan solo
tuviese la voluntad de Federico
y declarar la muerte
del por siempre muerto
como un aviso clasificado
en la sección funerarias.

si tan solo fuera capaz
de un exilio de vanidades
y matar al cuerpo
desnudar-desanudar
vencer la trampa
de sus dedos tiempo
sus sucios dedos
dedos muertos
ahogados en el
barro tibio de mi piel.

Talismán
A Eli

Recibo el talismán
el agujero
la lana y el color
la protección,
la cueva,
el mundo,
la fiebre.

Recibo de mano
de las manos
el abrigo,
la mansedumbre de
este espacio
del que sangran silencios,
y sombras,
y murmullos.


Ya ni se

Le dije:

tus suspiros de ansia cansada
tus lejanos taconeos
el esquema de la poesía
las palabras de tus manos
las formas de tus tormentas
tu vejez
la vejez.

ella...dijo

tus tormentas
tus palabras
la poesía

y siempre...
siempre la vejez.


Cuento instantáneo


De lo que se concluye, nada de irnos para atrás, no?

-no se de que estas hablando, primero decís que te jode verte al espejo o contra los muros de las personas, pero cuando tenes la oportunidad de mandar todo a la mierda preferís cantar un tango y llorar eso que nunca fuiste. no, la verdad no te entiendo.

(el humo comienza a inundar aquella escena)

-es decir, nada de irnos para atrás no?

-no te entiendo, o sea que si el hoy para vos es una profecía incumplida, si para vos, estas manos que somos y estos pies que nos andan las calles y los puentes, fueran de alguien que los extendía como un mendigo, hace muchos años atrás, ¿todavía te darías el lujo de seguir dudando?.

-es que quise decir, nada de irnos para atrás no?

-y por que dudas?, por que ese "¿no?" te sale a atiborrarnos de dudas?

-porque hacia atras, supongo que no iremos, no?

-pero podríamos ir hacia arriba o hacia abajo, podríamos torcernos hacia la izquierda

(si, eso a la izquierda, ¡¡cuantos sueños de juventud¡¡)

-está bien dame la mano y esa pierna que se te pudre. Metela en esa bolsita carrefour, y sigamos hacia adelante, siempre hacia adelante.

-como cuando éramos chicos, te acordas?

-si, como cuando éramos chicos.-


Nacimiento


Celebro el nacimiento de tus horas,

porque de ellas,

te nacieron

entre llantos,

y gritos.


Todas las palabras,

que echaron a andar.


Breve interpretación del insomnio

Las cargas que en la noche
suben al vagón,
justo cuando quiero dormir:
murmuran.
Sisean.
se apretujan,
no ceden los asientos
a las cargas embarazadas,
lanzan bocanadas de humo negro,
son cargas de oficina
que a cada rato ojean
en su muñeca

el tiempo que se les va.


II

Abismos y superficies,
aguas quemadas,
fronteras infinitas,
senos y mañanas…

nacemos vocablos
con el único fin...


de zurcir el mundo.


Agua Quemada

Otra Noche nace,
cuando los hilos
de los dioses
tejen sueños.

Otra noche nace,
lágrimas negras,
y horas descarnadas.

Nace otra noche.

Me nace la noche de tu pelo

lamiendo mis miradas.





Espalda

Esta espalda
me esquiva su frente.

Marcha con su caravana
se sueños y sepulcros,
como saliendo siempre

al encuentro
de una partida.


III

Se van abriendo estos cuerpos que soy.
Y el que persiste,
con paso quejumbroso
me muere
Entre remolinos
de piel
y hojarasca

Sierras

Con infinito grito de sierras
se enruida mi piel.
Abriéndose en
grietas insondables,
o arrugándose
como montañas
de papel corrugado,
o explotando,
como cada atardecer.


uno y medio

Esta semblanza de
Intrépidos deseos,
Sombras, luces.
Este algo que se esconde,
y resulta
Invisible,
este alguien que busca
Algo real:
Un frío en las manos,
Un amanecer en junio,
Esas grietas por donde ver
de que esta hecha la vida,
de que materia son los sueños
de que colores
son,


los cuadros que cuelgan de mi mente.

BS AS

Es claro,
la vida
en este sitio
no adormece,
no nace ni muere.
Perdura
y muta en monosílabos tangueros.

Gran manzana mordida
gran pastel de miasma
gran comida de órganos y sombras
gran capricho
robado al tiempo.


IV
no llamo a la partida,


y ésta

no es reclamada a ser.


No parto "hacia",
sino que soy parte

en cada llegada.



V

Lo que se antepone,
interpela

Asediado en los matices del tiempo
el umbral
grita rechinos melancólicos
y traga oscuros designios
de misterios.

la poesía

se ante-pone.

e

interpela.


VI

Aún los cantos
perviven en la piedra.

Voces
gritos
danzas.

Aún
esta memoria
nos pertenece.


ANTESALA DEL INFIERNO

Una cornisa
invita
aunque no todos lo sepan,
a saborear aromas
al viento,
a sentir
compases eléctricos,
a corromper
el estado natural de las cosas
a caer
solo por mostrar...

que aún

Existe la caída.


VII

EMPEZAREMOS A CONOCER:

MAGISTRALES ELOCUENCIAS,
INSTITNOS FEROCES,
RACIMOS DE MANOS,
EN LA BABA DE LA NOCHE.



EMPEZAREMOS POR SABER:

DE LATITUDES CONEXAS
DE PENSAMIENTOS Y FALANGES
MOVIENDOSE COMO SERPIENTES

DE ESTAS HORAS,
DE ESTOS RITMOS.

DE QUE LA MUERTE,
COMO DIJO EL POETA

ESTA ENAMORADA
DE LAS OBRAS DEL TIEMPO.

VIII


Del polvo,

de las manos,

se elevan ventanas,
se abren espejos,
se olvidan oraciones,
se en-tierran los vientos,
se empañan mis ojos.

De las manos,

del polvo,

se escapan
los cuerpos.

CONSTANZA


En este flujo
y reflujo
de partículas de tiempo
esta mirada nacarada
hace,
al nacer.

y en su recorrido circular
nacen mis espacios
nacen mis pies
mis manos
mis ojos
que contemplan
con dulces arrumacos
su nacimiento.

CONSTANZA II


Naciste,

y las manos de la tierra
te mecieron junto al sol,
y la luna te cantó bagualas

hoy naciste

y nació el mundo,

y nació todo lo que tu voz va a tocar

DISTANCIA


Hoy todo es distancia
distancia de tu cuerpo,
tus manos son distancia,
tus senos son distancias,
tus ojos son distancias,
tus caminos son distancias.


Hoy
mis distancias
son tu cuerpo
dibujado
en este húmedo
colchón vacío.

Ruido

semejante
a estas palabras,

Inconclusas oraciones
En hipérboles trasnochadas

Ruido

Como sardinas enlatadas
Raspando el metal de mi cabeza

Ruido

A sonajero
A baba desconsolada
A cicatriz abierta.


miércoles, 4 de febrero de 2009

Cositas Brillantes



Breve Introducción

Supe por un documental sobre la guerra-genocida de la triple alianza entre paraguay Brasil y Argentina (1864-1870), de una historia magnifica.
Esta trata sobre una pareja de ancianos paraguayos, ambos pisan lo 80 y tantos y viven en un pequeño pueblo cerca de Curupayti, lugar que fue testigo en 1866 de una de las peores masacres conocidas de la historia de América. Ya que cuándo la intención de un conflicto bélico es imposibilitar a un pueblo ostentar el patrimonio de ser una potencia económica e industrial, como lo era Paraguay durante toda la primera mitad del siglo XIX, arrasando sus tierras junto con casi toda su población masculina, no se habla de guerra, sino de genocidio.
Como decía, gracias a este documental conocí la historia de dos ancianos que evidentemente son de los pocos que recuerdan las historias de la guerra tal y como la vivieron sus padres, es decir, que son el ùltimo puente vivo con esa terrible historia ya que no la leyeron en los libros de historia, no la vieron en un documental sino que recibieron los testimonios de primera mano, de la propia voz de quienes pudieron sobrevivir a la masacre.



COSITAS BRILLANTES


-“¡historias del taita!”, me decía. “Ya vas a ver, algún día voy a rescatar toditas las cositas brillantes”.
Le creí y me casé. Orita espero. Ahorita solo espero

Natividad estiró su arrugado cuello como un acordeón de cuero curtido; buscaba en la atención de su marido algún gesto de aprobación a sus palabras; pero no, ni la mirada ni la voz de Itaete aparecieron; solo el pertinaz sonido de la pala y la mitad de su lomo que asomaba del pozo. Entonces, bruscamente regresó los ojos al tejido que reposaba en su falda y reanudó su tarea emitiendo largos y cansados resoplidos.
Al chocar entre si, las agujas de madera de Guatambù produjeron un sonido como de mensaje en Morse, tal vez, Natividad no solo trenzaba el hilo verde sentada en su vieja silla de mimbre, sino también, con el sonido de las agujas como si fuese el de una extraña máquina de escribir, Natividad tejía el lienzo de su propia historia,
Alzó los ojos, opacados por las cataratas, como si estuviesen empañados por la humedad del vaho de una boca que suspira contra un vidrio. Y siguió el trazo de los rayos de sol que se arrojaban sobre el lugar, sobre los árboles perlados de colibríes esmeraldas que ya no alcanzaba a distinguir, sobre la tierra negra vestida con las primeras hojas del otoño, sobre el techo de zinc apolillado de la pequeña casa. Era una mirada de esas por las que los espectros de los pocos sueños que aun le persisten se escapan, cansados ente la imperturbabilidad del tiempo.

“Tic tic tic”

-El ya no recuerda como fue exactamente, era muy chiquito, solo le viene a la memoria cuando su taita lo sentó y le contó que siendo aun jovencito, en los años de la guerra, sus padres habían enterrado las cositas brillantes de la familia en algún lugar en estas tierras, porque si los del ejercito las encontraban seguro se las robaban. Usted sabe, aquí había mucho oro en aquel entonces, muchas piedras bonitas; ahorita vaya usted a saber donde están. Pero estar… ¡están!, ¡eso es seguro!, en algún lado enterradas alrededor de esta casa.
Por eso mientras el busca las cositas brillante, yo me siento y tejo, mire ¿ve?.-

El foco de la cámara grabó sus manos marrones, curtidas por el trabajo, surcadas por una red de oscuras venas negras. Y como una actriz coqueta, Natividad detuvo el entrechocar de las agujas para exhibir el tejido de hilo verde que a mi sorpresa y con un poco de imaginación adiviné era la forma de la funda para un almohadón, en cuyo centro aparecía la figura de una flor de Camalote que poseía detalles miméticos demasiado realistas con la planta original, detalles que hubiese creído imposibles de realizar para alguien con el avanzado estado de deterioro de sus ojos.
Luego, las agujas volvieron a su batalla.

“Tic tic, tac tac”

–llevamos mas de 60 años buscando, él hace los pozos y yo espero, ¡si señor!, y ya ha hecho tantos que pienso que ha vivido toditos estos años siempre a dos metros debajo mío, pero todavía no ha encontrado nada, ni siquiera una chapita de la sevenà, solo piedras, y raíces de cedro y Guatambò.-
Nuevamente, sus ojitos lagrimosos giraron en busca de Itaete, pero no encontró ni ese trocito de espalda que antes asomaba. Había desaparecido tragado por su propia búsqueda, y solo brotaban los granos de tierra negra que volaban como bandadas de moscas negras. Natividad suspiró un poco y volvió a chasquear la lengua, antes de que las agujas reanudaran su monólogo.

“tic tic tac, tic tic tac”

-Nunca hemos descansado, no señor, nunca, y jamás nos vamos a mover de acá. Nuestra hija se fue hace ya dos años, se voló del nidito agujereado, ¡mi linda Anahì!. Nunca le gustó la vida de por acá, decía que no íbamos a encontrar nada, que todo esto es una ilusión, una locura; que ya nada queda en este lugar mas que tristezas, muchas tristezas y mosquitos…así que se fue a Asunción a estudiar para veterinaria, pero como no le hemos podido mandar dinero, tuvo que abandonar, ahorita trabaja en una fabrica de curtiembre de cuero, y también de empleada doméstica, porque sino no le alcanza para vivir., Según me dijo el año que viene tiene pensado irse a la Argentina, dice que una amiga de ella que vive en Buenos Aires le dijo que allá se gana bien, entonces me dijo que con un poco de esfuerzo va a estudiar veterinaria allá y que no me preocupe que le va a ir bien-.

Buscó a Itaete, pero esta vez para evitar su atención, para confirmar que no escuchaba. Entonces pude adivinarle un nuevo y repentino brillo en los ojos, similar a esa mirada de picardía que tienen los gatos cuando están a punto de abalanzarse sobre una pelota de lana; y estirando hacia delante su albina y arrugada cabecita adherida a ese cuello de tortuga, susurró: -También me contó que está de novia, que por fin luego de tantos años siente que encontró un muchacho bueno que la quiere mucho, ya están haciendo planes para casarse cuando se establezcan en Argentina.
-¿Qué le parece?, al final creo que va a ser muy bueno para ella, tal vez tenía razón y acá ya no hay nada, tal vez es verdad y todo esta muerto, enterrado como las cositas brillantes o a punto de estarlo, como nosotros; bueno, en eso Itaete me lleva la delantera, porque él siempre esta bajo la tierra.- y su rostro se arrugó hasta desaparecer tras una enorme sonrisa desdentada.

“Tic tic tac tac”

-¿Usted quería una historia de la guerra no?, para meterla en su maquina de televisión ¡Pobrecito!, al final se encontró con dos viejos que buscaron toda sus vidas las cositas brillantes que quedaron atrapadas de esa época, como si Tupa no nos las quisiera devolver, yo pienso que es como un castigo ¿ve?, como si nos dijera, esto es mío, ustedes no lo supieron cuidar, tuvieron su tiempo, tuvieron mis cositas brillantes , y luego no supieron cuidarlas, descuidaron mi tierra, a mis hijos, ustedes no merecen mis riquezas y así fue como todo quedó enterradito, escondidito para que nunca mas lo encontremos. Así las cosas después de a guerra.

Natividad, tejía, y las agujas replicaban como un nuevo reloj, uno que marca las vidas con un tic tac mas imperfecto, menos mecánico, o mejor dicho de una mecánica distinta. De sus labios todo el tiempo que estuvimos filmando no salió ni una sola palabra, ni un solo sonido excepto un intrascendente chasquido, seco, que contrastaba con los sonidos de la selva pero se acoplaba perfectamente al del reloj-maquina de escribir de sus agujas de Guatambù.

“Tic tic tic tac tac tac”

¿Lo guardó todo en su maquina de televisión?, ¡que lastima que yo no tenga una televisión;, tuve una un tiempo pero luego se estropeó y ahora además no me queda mucho por ver y si por escuchar. Así que prefiero el canto de los pájaros, del agüita del río, del viento cuando se hace de noche y también, y es lo que mas me gusta escuchar, la pala de Iitaete; porque es un sonidito de esperanza, como en los sueños que siempre me vienen cuando duermo, un sueño en el que va a saltar del pozo en un grito, -¡Mi Natividad, mi Natividad!, aquí están sus cositas brillantes, mi amorcito mi vidita, aquí están-, y me entrega un beso como de esos que me daba de jovencitos, y me mostraría todo, todito ,las cositas que brillan como pequeñitos soles en sus manos, brillan como solo en mis sueños pueden brillar.

martes, 13 de enero de 2009

Mariquita


Martín cerraba el puño y con la mirada fija en Nora, su mamá, tímidamente, como sacando las palabras del fondo de una heladera la llamó,
-Ma.
-…
-Ma.
-¿Que pasa Martín?
-Ma, encontré una vaquita de San Antonio.
-¡hay que linda!, ¿donde estaba?
- en las galletitas, subida a un paquete de “Cerealitas”… ma, ¿que hace acá una vaquita de san Antonio, ¿esta perdida?
-no se Martín, tal vez si.
El barullo de voces y bips de cajas registradoras del supermercado, embotaban el breve diálogo. Nora sin más esfuerzo por seguir debatiendo sobre el hallazgo de su hijo, volvió a su rutina de resoplidos por la lentitud en que avanzaba la fila, un tedio que iba en aumento en todos los que se agolpaban con sus changuitos cargados de paquetes de todo tamaño y color.
Martín abrió el puño y contempló por un buen rato las pintitas rojas salpicadas sobre el negro del caparazón del insecto, optó por arrojarlo con toda su fuerza hacia arriba, para darle el tiempo de desplegar las alas y volar seguramente hasta la salida del supermercado por su propia cuenta. Pero el torpe movimiento de su brazo solo alcanzó para que el puntito negro y rojo cayera a los pocos centímetros como una pesada bolita de cera caliente que se desprende de una vela, y con tan mala suerte, que no solo desacertó en el lugar de aterrizaje, el pasillo de entrada a una de las cajas, sino también en la posición; patas arriba.
Martín se quedó mirándola y calculó el tiempo que le quedaba de vida antes que un zapato, de los muchos que pasaban por ese lugar, cobraran su vida; pero el tiempo transcurría y los zapatos apenas si rozaban su cuerpecito, en cambio, para fastidio de Martín, su fila no avanzaba lo suficientemente rápida como para justificar un conveniente desinterés por la suerte del bichito al que había arrojado a esa suerte tan magra.
Nuevamente miró a su madre pero no dijo nada, ambos cruzaban cada tanto los ojos en silencio envueltos por la pegajosa densidad del barullo. Luego observaron a la vaquita que aun pataleaba intentando en vano girar el cuerpo, y mientras esta escena se prolongaba, un frío de angustia corría por la nuca de Martín cada vez que uno tras otro los zapatos pasaban a centímetros de la mariquita pero sin tocarla.
-¿Qué podía hacer?-, pensaba, la decisión ya había sido tomada, el error lo pagaría el bicho con su vida y Martín con la angustia de no haber podido resolver su situación pero eso es todo, seria una torpeza intentar salvarla, -“¿quién haría una cosa semejante?”-. Al pensar esto Martín de pronto sintió que todas las miradas de quienes hacían fila junto a él y su madre convergían como pequeñas y punzantes amonestaciones, -“solo es posible vencer este aburrimiento buscando con que entretenerse,”continuó razonando -“y de seguro que verme a mi tratando de salvar a un bicho insignificante es toda una distracción. Pero por otro lado, ya deben haber visto como la arrojé al aire, y estarán calculando cuanto falta para que quede totalmente destrozada bajo la suela de un zapato, ¡tengo que rescatarla!”-, pensaba, -“pero…ir por un bichito tan insignificante, bichito que por otro lado los hay por millones en todo el mundo y millones de ellos mueren todo el tiempo, en los radiadores de los autos en las rutas o por los plaguicidas, ¿que importancia podía tener esta única vaquita?, ¿Qué tiene esta vaquita en especial que no tengan las miles de millones que mueren todos los días?. Pero tal vez todos hayan visto con que salvaje trato la arrojé a su suerte, tal vez ya me estén condenando silenciosamente, sin siquiera abrir la boca, incluso haciendo las tareas mas insignificantes como revisar sus changuitos, pero en cambio solo un pensamiento estaría circulando por sus mentes-¡él la mató!”.
El ruido de aquellas palabras retumbó en la cabeza de Martín, y se sacudieron aún mas cuando su madre, que por aburrida no perdía detalle de la escena, comentó como para hacer mas llevadera la demora:
- ¡hay…pobre …al final se quedó patas para arriba!.
- “¡Luz verde!”- pensó Martín, y sin dudarlo dos veces camino hasta donde yacía pataleando el coleóptero y acercó muy lentamente uno de sus dedos a las patas que se movían inútilmente como si fuesen las cintas pegadas de un aire acondicionado tratando de asirse al suelo. En el instante en que no hubo distancia entre patas y el dedo, el bicho logró engancharse y con otro suave movimiento Martín lo encerró en su palma sintiendo el cosquilleo de las patitas que se escurrían por cuanto pliegue de piel le significara su libertad.
Sentía las miradas en su nuca, toda la fila había hecho u gran silencio pero Martín se sentía protegido, las palabras de su madre hicieron un escudo protector y ni siquiera los tenues cuchicheos que terminaban en unas sonrisas irónicas pudieron desviar el salvataje.
-¡Ma!, me esta hablando-puedo sentirla través de la palma de mi mano- tiene miedo, pensó que iba a morir aplastada, pensó que me iban a acobardar las miradas de los demás, y que por no quedar en ridículo me desentendería de su situación, pensó que vos tampoco dirías nada para hacerme reaccionar, pensó que la vida es realmente muy corta, tuvo miedo del dolor de un pisotón, y que luego de la muerte no haya nada.
-¿Cuanto es?-
-Ochenta con veinticinco, y por favor si tiene veinticinco centavos se lo voy a agradecer.
-ma… me escuchas?, si todavía la siento temblar.
-no, no me quedan monedas, lo siento es terrible la falta de monedas.
-ma…me miran.
-si, no hay monedas por ningún lado.