jueves, 21 de agosto de 2008

Julio


El Aire en la cafetería estaba saturado de olores, volutas de un humo cansado, que flotaban como densos manojos de estopa, y ruidos de voces que sacudían palabras y cucharitas.

Ni sin antes rojear ese torbellino de movimientos con un dejo de esperanza, sujeté los auriculares en mis orejas y todo se convirtió en el lado oscuro de la luna.

Sucedió entonces que tuve incontenibles ganas de escribir. Hacía tiempo que esa sensación no se me presentaba con todo ese universo de posibilidades y sentencias, con toda esa ansia de víspera navideña, de la que se contagia quien quiere dar vida a algo tan muerto como unas palabras sobre un pedazo de papel.

El problema es que nada surgía del jugueteo aburrido de la lapicera sobre la hoja en blanco. Ni una sola frase, ni un solo recuerdo que pudiera servir.

Desesperado por la falta de ideas pero empachado de una agitación que me llegaba hasta los dedos grité pidiendo ayuda al pozo sin entrañas en que me había convertido.

-Julio!!

-che Julio!!,

Para cuando pegué el cuarto grito una sombra se me dibujó en el otro extremo de la mesa. La escena tenía una reminiscencia casi exacta al comienzo del Eternauta, si hasta sonó el mismo crujido en la silla de pino que tenía enfrente solo que en vez de Juan Salvo, reconocí a Julio que lentamente terminaba de materializarse bajo la tenue luz del foco de 45 que nos iluminaba la mesa.

Se echó hacia atrás, paneó con esos ojos de inmensa mirada toda la escena del bar, en tanto que sus dedos fueron anudando esas manos de jugador de básquet, excepto sus pulgares que comenzaron una frenética lucha de posiciones.

Sus cejas enormes y juntas comenzaron a describir una parábola hacia el centro de su naríz y sin poder sacar la mirada de sus dedos pulgares que seguían luchando le dije:

-Che, Julio, Ayudáme, se me muere la imaginación.-

Al decir esto Julio me miro componiendo en su cara un gesto de martillero público. Detuvo sus pulgares, inclinó su torso tapando la totalidad de la mesa, arqueó todo lo que pudo sus cejas que ya describían una enorme V y dijo casi como un soplo:

-no puedo ayudarte, yo nunca estuve acá.

Y desapareció, confundido entre los millones de hilos de humo, que flotaban en la cafetería.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Deseo



Devorar es volver al principio, es decir a la soledad del deseo.



En el deseo hay uno que devora, y hay un otro que dándose cuenta del juego
también desea, y devora (o no). Es un juego de dos carnívoros que explotan
con deseos abrasadores, el cuerpo del otro. Dos almas que, como dos espejos de imágenes distorsionadas, buscan (llevados por el deseo…y en un acto narcisista) devorarse.
Este juego comienza incluso antes del primer beso antes de la primera cópula.

Porque cuando el beso y la copula se abren camino en el enamoramiento, también comienza una inercia, y en la inercia, el deseo retorna a su pozo solitario.

martes, 19 de agosto de 2008

B.


Con el cuerpo entre las manos, fui a casa de B. caminé despacio, por la calle Sarmiento rumiando los mismos temas de conversación, y gestos ensayados. Al principio la sorpresa aniñada, luego las reflexiones y por último la confesión. !Ah!, me repetía en ese soliloquio callejero -caerá rendida, y yo, con el cuerpo entre las manos se lo brindaré en holocausto, ungido de dulces aromas para el sacrificio. La calle repetía en un eco silencioso "tenés que cojerte a la vida" y todo se había convertido en un gran guiño de ojo, y un pulgar en alza. mi cabeza proyectada por las lamparas de sodio color naranja sobre la vereda, desplegaba los pelos al viento de junio como si fuese medusa convirtiendo en piedra todo lo que observa mientras repetía como en un siseo de serpiente "tenes que cojerte a la vida".Caminaba a la casa de B. listo a conquistarla y nada más, listo a bucear con la ayuda de todo mi sexo en el agitado mar de los "no se que me pasa" los "me siento extraña esto es muy pronto" de los "¿esto es solo sexo?" y los "no busco pareja pero si conocer a alguien".Ante la puerta de hierro con un entretejido de alambres de su departamento se me terminó la calle, el número once indicaba un paso hacia su mesa, hacia sus labios y finalmente hacia su cuerpo al que entregaria mi cuerpo aún encerrado entre mis manos.pero cuando las cortinas se hubieron cerrado, cuando la luz nos dejó en penumbras y las frazadas se fueron empapando con nuestro calor, cuando la canción de la danza fue abriendo brazos y cerrando ojos, mi cuerpo, que nunca fue muy obediente, que no le gusta las prisiones ni los cerrojos se me escurrió de las manos, como se escapa una mariposa, en un soleado dia de primavera.

Maquina del tiempo


¿Sabes lo que me dijo?
-no
“una vez las palabras me las robó el mar de las Toninas”-me dijo, -“por eso tal vez cierro con llave la puerta de la habitación que es el lugar donde me acuesto a soñar”.
-Yo no entendí una mierda, y antes de abrir la boca me contó que cuando yo era chiquito, no se, unos 3 o 4 años habíamos ido con mi vieja a una playa de Las Toninas, de campamento. Creo que fue en el 78.
Me dijo que una mañana nublada estábamos tan al pedo que le propuso a mi vieja hacer una cápsula del tiempo con un frasco de mayonesa que se había terminado y dedicarle al mar unas palabras. Escribieron el mensaje en un papel y lo metieron dentro del frasco. escribieron todo lo que el mar tendría que recordarles cuando ellos cuando fueran mas viejos, que cosas pensaban en la juventud, que deseaban para sus vidas y tambien para la mía. Me dijo que eran como unos versos y que los habían escrito durante toda la tarde entre risas y llantos y que habían incluido unos dibujitos que yo había hecho. Me contó que fueron sus mejores palabras, las que nunca mas se dijeron en 30 años de matrimonio, las que ni siquiera fueron capaces de hacer realidad, ni de volver a soñar.
La cuestión es que el tiempo pasó, mi viejo puso una fábrica de pañales en la que dejó y sigue dejando su vida, y mi vieja se convirtió en toda una perfecta ama de casa.
En el en 2007 se pusieron de acuerdo para buscar la cápsula y se fueron los dos al mismo lugar. Cuando enterramos el frasco habíamos hecho un mapa, que siguieron al pié de la letra. Cavaron en la arena, hasta que mi vieja, tras un grito de triunfo logró desenterrar el frasco que estaba exactamente en el mismo lugar que habíamos establecido para su entierro: tres pasos al norte del pino aguja y cinco al oeste de la gran roca tapada de mejillones secos.
Cuando abrieron el frasco, rescataron los papeles que estaban tan secos como cuando los habían puesto hace casi veinte años antes, pero sin ninguna palabra escrita y ningún trazo del dibujo hecho por mí. Me dijo que al principio conjeturaron que alguien había hecho la broma de cambiar el contenido del frasco, o que por un extraño efecto del salitre y el yodo la tinta se había desvanecido, pero al fin concluyeron que las palabras se habían evaporado, que ya nada quedaba o que, el mar se había cobrado la ofrenda, tragándose esas palabras que mis viejos nunca recordaron, que fueron tragadas tal vez por el tiempo, como quien devora el centro de un caracú.
-Yo creo que recordar uno de los dibujos que hice, éramos los tres agarrados de las manos, en un valle iluminado por un sol gigante y lleno de dinosaurios... me encantaban los dinosaurios cuando era niño.

Viaje


se atasca
la luz
en las rugosidades
que nacen
del suelo.

Su densa y plástica
estela cromática
arrulla al mundo
en un etéreo
murmullo de movimiento.

Bonzo

Me incendié camino a encontrarte en la esquina de la farmacia "Herodes". Calculé entonces mentalmente el tiempo del camino mas corto, diez cuadras en zig zag y estaría en escasos siete minutos.
A la segunda cuadra el fuego se había expandido por todo el cuerpo.
A la tercera ya consumia las extremidades, y las falanges de pies y manos parecían pequeños pedacitos de carbones incandescentes.
A la quinta cuadra mi rostro de desvanecía en un torbellino de cenizas.
A la sexta el mundo se hacía cada vez mas alto, y mis pies mas y mas cortos.
A la séptima, una canillita de bronce empotrada en un pequeño jardín me sirvió para apagar un poco el incendio, y permitirme avanzar hacia mi objetivo, pero en la octaba cuadra nuevamente era una llama incontrolable.
A la novena, mucho no recuerdo, mi cabeza convertida en un remolino de cenizas dejaba rastros de pequeñas chispas en las baldosas de la vereda.
Al fin, rodando como una pelota humeante llegue a la esquina y te esperé. Cuando llegaste solo te pareció ver una brasita, como de cigarrillo tratando de arder por mas tiempo del que le permitiera la suela de tus sandalias de cuero.