jueves, 29 de abril de 2010

hermano....




El monje intena hacer un descubrimiento,quitar el velo, de-velar el misterio que lo devora, que lo invoca.
El monje, que ayuna y lava sus pies con el agua helada del deshielo se pregunta... ¿puedo?.
El monje, solitario, reza sus primeros servicios de la mañana, se inclina, ante el relicario de cuero negro que cuelga de la pared de adobe...y se tuerce, se retuerce una y otra vez hundiendo sus costillas, arrojando el cuerpo sobre sus rodillas desnudas. El monje que se despoja de sus ropas y balbuceando entre dientes sus últimos sacramentos que arroja sobre su lomo, con la fuerza de un toro, los doce abalorios de acero que desgarran su piel a veces, solo a veces pregunta...¿puedo?

martes, 13 de abril de 2010

Mas Vale paloma con mano que cien...



-Que sencillo hubiese sido para las palomas, en el tiempo de su reproducción, contar con unas buenas manos-.
Pienso...mientras sentado en una banca de plaza Almagro mato los minutos con un sandwich de milanesa que se me atora con cada engullida.
-Ahí va otra más-, son varias decenas de grises plumíferos que se agolpan a mis pies, a la espera de una miguita que por casualidad se desprenda del pan. Luego la cantidad se duplica con los machos que urgidos por la presión reproductiva se suman a celebrar el ocasional banquete gastronómico-azoroso, inflando sus buches coloridos en procura de una palomita para la instantánea cópula.

Ellos giran sobre si mismos en una danza que roza lo ridículo, siguiendo a las hembras que picotean, impasibles al bailoteo de los machos, las migas y las semillas que un jubilado les arroja desde una banca a mi lado y que como una garúa amarilla se dispersan sobre los zocalos de la plaza.

-si estos bichos tuviesen manos-, continúo en mi soliloquio, -¡que deleite!, que delicia sería para un aburrido transeúnte que asesina sus minutos en una banca de plaza o para un jubilado que mata sus últimos minutos en la vida, contemplarlas sumidas en unas copulas dignas de las bacanales Griegas, Romanas o Etruscas.