Existe un espíritu urbano, un rayo invisible que transvasa
a quienes habitan las ciudades. Una estética solo asequible
desde la intuición a quien haga la practica de observar en
sus habitantes los gestos, movimientos, sonidos, posturas
y la siempre tensa relación con un paisaje que contiene,
pero que a su vez es contenido, es identidad, es memoria.
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