sábado, 4 de octubre de 2008

"El cuerpo se me va de las manos"


“El cuerpo se me va de las manos”, escribí en el cuaderno de tapas verdes la mañana en la que desperté y horrorizado vi como mis uñas habían quedado regadas en la blanca sábana de lino. No hubo dolor o estremecimiento, había dormido placidamente, sin el menor sobresalto, pero esa mañana, todas mis uñas, las de manos y pies yacían como pequeñas y dobladas cáscaras de barro reseco por el sol.

“Gregorio Samsa” pensé todabía envuelto por las volutas del sueño, “me estoy convirtiendo en una cucaracha”. Unos minutos medité aquella extraña idea, pero me pareció absurda, no había una metamorfosis, mi cuerpo seguía siendo mi cuerpo, como siempre. Esto no parecía un cambio, sino mas bien una perdida, y el consiguiente reino de la angustia que dicha pérdida provoca. Era como esos sueños de Mariana, que la torcían en un espasmo noche tras noche, agarrandose la boca y musitando con un susurro sofocante -“no, no, ¡por dios!, se me caen los dientes”.-

Mis manos y pies no tenían rastros de violencia, no había sangre, ni carne abierta, y ni siquiera mostraba rastros de haber sido el sostén de lo que ahora solo era basura para sacudir. Solo sentía la leve extrañeza de alguien que va al peluquero después de mucho tiempo y libre del pelo recien cortado siente un desamparo y una liberación. Eso era todo, “una levedad”, como si mis manos fuesen ahora más ágiles, mas libres sin esos objetos (restos de nuestros antepasados animales) que la naturaleza se empeña en sostener en el cuerpo, igual que las figuras en los cuadros de Dalí sostenidas por la fuerza de largos bastones.

Mi hermano, el eminente jefe del policlínico pronunció las palabras que sonaron como la largada de una carrera demencial -"quedate tranquilo, vamos a investigar"-. De ahí en más, aparatos de todos los tamaños y formas, licuefacciones de brebajes saturados de calcio, radiografías, tomografías computadas fueron amontonando semana tras semana infinidad de estudios. No descartaron ni siquiera las inquisiciones psiquiatritas sobre si mi vida de bancario resultaba estresante o si las recientes muertes me había afectado de alguna manera que yo no sospechaba.

La conclusión no podía ser mas desoncertante, se escribió con letra de oro bordeada de unos verdes y resplandecientes laureles de academia (por lo menos así lo imaginaba yo): “el paciente no presenta ningún tipo de anomalía, los estudios de fluidos, tamaño de órganos, calcificación, se encuentran en los niveles normales para su edad.se propone posible trastorno de ansiedad, se recomienda seguir con un tratamiento a base de calcio, vitaminas y se recomienda unos días de descanso a fin de esperar la evolución de este caso”.
“Esperar la evolución” me repetía al mirar las uñas pacientemente depositadas en un platito de cerámica blanca que Mariana había comprado en Ecuador. Una y otra vez rumié aquellas palabras, “esperar la evolución”.

-“vos no sabés lo que es esperar, no tenés idea” gritó Mariana, y en un gesto de furia, arrancó de su cabeza el brillante pañuelo de seda verde que le había regalado, y me mostró su reciente calva post quimioterapia.

¿Como no voy a saber esperar?, ¿como no voy a saber de que se trata?, si todo desde la enfermedad, se había convertido en una espera, un permanente estado de víspera.
“La espera” pensaba “esa tomenta de ansiedades que el tiempo impone al niño sentado al borde de la cama, que balanceando las piernitas espera a Papa Noel y sus regalos, al adolescente que entre paja y paja espera liberar su cuerpo de la mortaja social de moral y buenas costumbres. o al adulto colgado ya de su vida responsable a la espera, siempre listo y recién bañado, de la muerte en el umbral de su casa.

II

“El cuerpo se me va de las manos”, escribí nuevamente en el cuaderno de tapas verdes sosteniendo al lapicera entre mis palmas, justo abajo de las mismas palabras que me inspiraron las uñas desparramadas, cuando descubrí mis manos y los pies mas ligeros que de costumbre, y a medida que la vigilia le ganaba terreno a la ensoñación, sentí unos rollitos tibios, desperdigados por la cama. Mi sorpresa trocó en espanto al ver que mis manos ahora eran solo dos muñones que tocaban mis dedos amputados, parecidos a unas pequeñas salchichas de copetín que rodaban libres por los pozos que el peso de mi cuerpo infligía al colchón.

Al igual que con las uñas, no había ningún registro que pudiese explicar el motivo de tal disgregación. No había restos de sangre, los muñones no presentaban ningún tipo de evidencia de la separación, la carne estaba perfectamente cicatrizada (si es que en algún momento cierto tipo de herida se hubiese producido).- me estaba separándo- pensé, -“Estoy desapareciendo, se trata de eso ahora solo queda esperar. Es inútil cualquier tipo de oposición, la ciencia no va a poder resolver nada”-. Mi cuerpo se estaba desarmando como un panadero al que una brisa lo desmiembra por los aires a la espera de que una lluvia haga germinar las pequeñas semillas adherida a cada pedazo. No había nada mas que hacer, en un corto período pequeñas mañanas tendría que aprender a despedir cada parte caída.

“-¿Donde estará el alma?-”, pregunte a Mariana en el hospital. -Imaginate que nos fuéramos cortando pedazo a pedazo el cuerpo, cual crees vos será la parte en la que…-”
“-En los sueños-”, recuerdo interrumpió sentada en la cama, su cara gris temblaba bajo la luz del tubo fluorescente de la habitación, “-donde estén los sueños, ahí va a estar el alma-”, repitió.

Mariana murió mientras yo dormía sentado junto a su cama; mi padre pocos dias después. y la vida a fuerza de una inercia colectiva que empuja solo aquello que se mantiene en pié se reencauzaó por los senderos de la monotonía, como el mar que con su movimiento regresa a la normalidad la porción de agua sumida en una súbita quietud por el paso de un buque.


III

“El cuerpo se me va de las manos”, quise escribir en el cuaderno de tapas verdes, la mañana que desperté y brazos y piernas ya no se movían . Me quede ahí tumbado con el tronco dirigido el techo, esta vez no quise mover la sabana, mi cuerpo estaba seguramente desmembrado tras su manto, no tenía sentido verificar lo que era ya evidente. Tenía necesidad de tomar un somnifero y dormir las mañanas que restaran, hasta que el proceso estuviese completo. Siempre tuve problemas con procurarme alguna distracción que acortara la espera de las distancias cuando viajaba de un lado al otro del plantea, buscando acreedores que sostuvieran el banco a mi futuro como directivo, y en definitiva el tratamiento de Mariana, que se había convertido en mi único plan de matrimonio.

IV

"El cuerpo se me va de las manos" soñe escribir en el cuaderno de tapas verdes. En el instante mismo que una mano blanca como la leche empujó la puerta y pude reconocer a Mariana que venía a sacarme de la cama.Con un agil movimiento retiró el cobertor de plumas y por último la sabana de lino que cubría mis restos. Su cuerpo parecía flotar, mecida por la luz brillante del sol de la incipiente primavera, y sonriendo sacudió los restos de mi, que como un muñeco roto por manos infantiles volaron por toda la habitación. Incluso mi cabeza rodó por el suelo hasta prederse en uno de los rincones.
La espera había terminado. Todavía afectado de esa sensación extraña de levedad sentía mezclarse todo en una corriente deforme y de una expansión inaudita: el olor de la mañana, la blancura de su cuerpo, sus parpados llenos de vida lamidos de una exquisita serenidad.
Giró muchas veces alrededor de la cama como si buscara algo, hasta que al fin, al encontrar mi mirada perdida en el rincon, dibujó una sonrisa traviesa en su rostro, se arrodilló apoyando los brazos en el el regazo luego acercó sus labios hasta casi rozarlos con mi oído izquierdo y susurró.
“En los sueños querido, está en los sueños”.Un segundo despues quitó el pañuelo de seda verde que aun cubría su cabeza y liberó sus cabellos; los mismos que recordaba abrirse delante de mi rostro todas las mañanas, unos cabellos que como una marea de color roja jugaron con mis ojos mientras me cosquilleban la nariz.

3 comentarios:

Bárbara Gill dijo...

hola, nico. soy basia.leí tu cuento por sugerencia de tu madre y me atrevo a hacerte algún comentario: tendrías que trabajar el estilo. la idea es excelente, pero el estilo... caés en rebuscamientos que le quitan naturalidad. veo algunos vicios del estilo de "el citado nosocomio"...
como ejercicio te sugeriría tomar la idea y escribirla de 3, 4 ó más formas diferentes. los resultados pueden ser sorprendentes. recordá que siempre hay más transpiración que inspiración, ja, ja, ja. es una verdad de a puño, creeme.
te deseo todo lo mejor y sobre todo, grandes progresos en el fantástico oficio de escribir.
b.-

Dina dijo...

Hola Nico...¡BRILLANTE!
CONECTARSE CON LO EMOCIONAL, CON ESA PERCEPCIÓN ONÍRICA DEL MUNDO... es sin dudas permitirse y permitir abrir el intelecto y la percepción sensorial juntos, en el camino de la pura creatividad.-

spleen dijo...

creo entender mas que cualquier lector de este cuento.... en cierta medida me pertenece.... bueno, no hacen falta explicaciones..... acordate que tengo el dominio y vos el usufructo...jaj....hasta pronto